MFU, Minas y Ferrocarriles de Utrillas S. A.

02-01-2013.- En días como estos, hace cuarenta y siete años, se le echaba el «closed» a la línea Zaragoza-Utrillas. La artificial e impostada política de primar el transporte carretero (de mercancías inorgánicas y orgánicas) cuenta también a esta ruta ferroviaria como uno de sus victimarios. La hegemonía monopólica de la industria petrolera y sus derivados, entre los que ciega con luz propia el subsector automovilístico, arrasó con el ferrocarril sin más contemplaciones ni sentimientos porque, como dicen los clásicos, no se trataba de nada personal, sino sólo de negocios.

Al poco tiempo de su cierre definitivo, la línea fue desmantelada en su tendido viario. Su colosal parque terminó mayormente en el desguace de la memoria histórica ferroviaria de este país; algunos de sus componentes vendidos a precio de saldo a otros países que ahora aún lo disfrutan en forma de trenes turísticos; una locomotora fue recuperada hace poco por el Ayto. de Utrillas; alguna otra duerme en cocheras cercanas a la espera de que algún grupo empresarial texano venga con la propuesta de crear un gran casino que incluya un testimonial parque temático ferroviario, y que a las dirigencias institucionales del momento les entre el alborozo por el asunto (como hace poco les entró con el «agua»).

¿Y qué pasó con el patrimonio arquitectónico asociado a este tren? Pues con la Estación de Zaragoza ya lo hemos visto: edificios centrales recalificados para ocio de consumo vario, chimenea cigüeñera trasladada para no molestar a Centro Comercial en construcción, y piqueta para todo lo demás. El conjunto hoy es denominado «Utrillas Plaza», sin que a nadie se le caigan los hígados de la vergüenza.

Con la idea peregrina de conocer el restante patrimonio ferroviario, inauguramos en el presente año nuestros peripaseos, en uno de los días más rabiosa y heladoramente cierzeros de nuestras limitadas existencias. Como el tendido fue desmantelado, y la ciudad se ha vuelto un monstruo de cemento y asfalto, no podemos hacer en Zaragoza el recorrido histórico, de forma que nos vamos por el dinámico Camino Miraflores, pillamos el Tercer Cinturón, el ramal que lo conecta con el Cuarto, y tras alguna maniobra imprudente, nos metemos por el Camino de San Antonio, o de la Cartuja Baja, que circula en paralelo a la actual vía del AVE, la que en tiempos era la de los trenes a Barcelona, y hoy territorio de polígonos industriales, y perros. El blanco prisma de 35 m. de altura del Centro Logístico de la Zaragozana, destaca de las vecinas horrendidades.

El Canal Imperial, ya empequeñecido hasta casi caricatura tras las Esclusas de Valdegurriana, y la chatarrera y carbonera donde termina el camino, nos indican que hay que tomar la carretera de Zaragoza, que desde la A-68 lleva a los dominios del Procesador de la Mierda que Zaragoza Produce. Rotonda tras rotonda, se suceden naves y polígonos, hasta que llegamos a los dominios del Marqués de Ayerbe, en cuyo Acampo encontramos el apartadero de Valdevacas, construido en 1947 cuando la línea soportaba una media de 20-24 circulaciones diarias, para descongestionar el embrollo que se producía en la Estación de Torrecilla de Valmadrid. Un amable encargado nos recuerda que todo esto es ahora propiedad privada, y que suerte que hoy no es día de caza, que si no, los cazadores nos hubieran tirado.

Vueltos a nacer, retomamos la carretera hacia Torrecilla, y entre val y val, edificio ferroviario, pero esto requiere un apùnte: las estaciones-estaciones eran una cosa, pero también había apartaderos, cargaderos, muelles, cocherones, casillas de las brigadas de obras y mantenimiento de las vías… En la jornada de hoy visitamos las estaciones de Torrecilla de Valmadrid, de Valmadrid, Puebla de Albortón, y Belchite, pero cada kilómetro hay algún tipo de estructura, relacionada con el ferrocarril, que mojonea esta vía. Si esto fuera, o fuese, una de esas vías verdes que en otros lugares parecen existir, sería espectacular.

Bien, pues pasadas algunas de estas edificaciones secundarias, llegamos a Torrecilla de Valmadrid que, a pesar de tu tamaño como de juguete, tiene restos de casi todo: edificio principal (vivienda jefe de estación en piso superior, despachos, sala de espera, despacho de billetes), pequeño edificio de retretes públicos, aljibe para agua potable, muelle descubierto, aguada para las locomotoras (estanque rectangular y edificio circular elevado con depósito de 50.000 litros para, mediante brazo hidráulico, servirla a las máquinas), corral para cobijo de los animales domésticos del Jefe de Estación y contiguo a éste, la chabola de la Brigada de Vías y Obras. Este emplazamiento fue plató cinematográfico del spaguetti-western «Los largos días de la venganza» (1967), en el que además «intervino» una de las locomotorasy vagones de la línea. De aquellos tiempos ha quedado una proliferación inaudita de chumberas que, si no fuera por el gélido cierzo, pareciera que estábamos en Jalisco.

Estación de Torrecilla de Valmadrid en  «Los largos días de la venganza», 1967

Seguimos adelante, al ritmo de sucesivas casillas auxiliares, y en una de ellas descubrimos un nuevo concepto que enriquece el lenguaje: tajea, es decir, pequeño puente que deja pasar por debajo aguas corrientes u ocasionales, o alguna vía o paso de menor importancia. Llegamos a Valmadrid, cuyo edificio prácticamente está engullido por unas cercanas y nuevas viviendas.

Buscando la Estación de Puebla de Albortón, la siguiente del recorrido, pagamos la novatada de no saber que una cosa que es se llamara así, y otra muy distinta que estuviera en el pueblo. Mientras la buscamos en balde, descubrimos que el que haya una calle dedicada al uruguayo general Artigas, héroe de la independencia del Uruguay, se debe a que su abuelo, José Antonio Artigas, era pueblano. Hartos de dar vueltas a esta réplica del «Londres» de «Total»,  preguntamos a un amable indígena que nos indica que la Estación está a 3 kilómetros y pico… Nos orienta en la dirección adecuada, y allá que nos vamos, por unos caminicos que las cabras bien a gusto irán. Y llegamos, pero oh sorpresa, descubrimos que hay que salvar un barranco, denominado de la Hoz, de Zafrané… vaya usted a saber, y que el puente que cumplía esa función fue desguazado cuando el desguace del ferrocarril. A pesar de ser dinamitado, los pilares resistieron. La vista y el entorno son bien espectaculares, aunque el viento casi nos hace hacer parapente, pero sin paracaídas. Volvemos tras nuestros pasos, qué remedio.

Se nos ha hecho la hora de comer y, además, el vehículo está también canino de combustible, así que hacemos una pausa, y vamos a Belchite a solucionar ambas demandas. Ya restaurados, y ya que estamos donde estamos, y nuevamente tras preguntar a un veterano belchitano, vamos a la busca de la Estación de Belchite que, por cierto, ya no existe, al menos en pie. Quedan los restos de los suelos de sus distintas dependencias, y un cercano edificio auxiliar que servía de cochera para locomotoras. La dimensión de los arcos de entrada lo recuerda, aunque ahora sólo entren y salgan vehículos con motor de explosión. Esta estación fue utilizada por el bando nacionalista para abastecer de carne de cañón esta parte del frente, cuando la batalla que «puso» a este pueblo en el mapa del mundo.

Nos volvemos para Puebla de Albortón, aunque primero ascendemos al Santuario de  su señora del Pueyo, un verdadero kremlin para dominar la estepa del entorno. Después, un repentino virar nos lleva a buscar primero la Estación de Azuara que, cómo no, no está en el pueblo, sino a varios kilómetros, como bien nos confirmaron dos azuarinos. Volvemos, pues, a Puebla de Albortón, y ascendemos a donde están los restos de la Estación que, como suele ser habitual por estos pagos, ahora es empleada como edificio auxiliar de unos cercanos corrales de ovejas. Cuando llegamos, la Guardia Civil de Tráfico nos felicita por nuestro deambular ferroviario-cultural, tras quedar claro que nos éramos amigos de las ovejas ajenas. Procurando no ser derribados por el viento, tiramos las últimas instantáneas, y nos volvemos para casa.

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Una respuesta a MFU, Minas y Ferrocarriles de Utrillas S. A.

  1. José Antonio dijo:

    En el anterior texto, se dice que la película «Los Largos días de la Venganza, se rodó en Torrecilla de Valmadrid. No es cierto, esto es un error, donde se rodó fue en VALMADRID ,´estación siguiente a 8,5 Km. en dirección hacia Utrillas.

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